Buscando a Mikelson (III): La ventana abierta de Mikelson
Atravesamos una pequeña calle de tierra amarilla y de pronto desaparece lo distinto. Un paredón verde de unos dos metros de alto, muy tupido, crea
Sangre, persecución y revueltas en La Española
Atravesamos una pequeña calle de tierra amarilla y de pronto desaparece lo distinto. Un paredón verde de unos dos metros de alto, muy tupido, crea
“¡La policía ha matado haitiano! ¡Corre!” Dice el pastor Wilson por teléfono. 20 minutos después hago mi mejor esfuerzo para seguirle por las carreteras oscuras
En el vídeo un policía persigue a dos hombres negros que huyen sobre un tejado rojo. Quiere acorralarlos, pero uno de ellos lo sobrepasa con
En la frontera dominicana los civiles se arman y se cubren el rostro para cazar haitianos. En Santo Domingo, la capital, un movimiento ultranacionalista amenaza con matar a sus vecinos. El racismo crece con éxito en el país. En el proceso suceden también otras cosas terribles, como las que le ocurrieron a Denisse.
En República Dominicana se construye un muro para frenar la migración y en Haití un canal para regar sus cultivos. Unos traficantes me llevan a una mansión en medio de la miseria para hablar con una madame acusada de robar el río Masacre. Las bandas criminales incendian el parque industrial donde trabaja Ingeniero, y 19,000 haitianos en condiciones semiesclavas. El odio se convierte en estructuras de cemento y fuego mientras a un lado y a otro de la frontera los que huyen se enfrentan a la ley de los bandidos.
Unos 40,000 haitianos cruzan hacia República Dominicana cada semana, muchos para no regresar. Atrás dejan un país con un Estado moribundo y una capital gobernada por bandas criminales. En la frontera son animales para las autoridades y mercancía para los traficantes, las mujeres dan a luz en tierra hostil y los vivos se esconden en cementerios. En la calle Capitolio, el epicentro del submundo de la Frontera Masacre, Ingeniero se convierte en Baron Samedí y a Bridgitte, la reina de los barrios bajos, están a punto de romperle el corazón.