La historia de la Fundación Luisa Mercado que fundamos en Masatepe en el año 2006, es en muchos sentidos la historia de mi familia. Mi madre, en cuyo homenaje bautizamos la fundación, se graduó en 1936 en el Instituto Bautista de Managua, donde mi abuelo Teófilo Mercado la mandó interna, y fue la primera bachillera en la historia de Masatepe, toda una hazaña en aquel entonces para una mujer. Trabajó recién diplomada como docente al lado de doña Chepita Toledo de Aguerri, la prócer de la educación en Nicaragua, y luego, en 1952, fue nombrada directora del Instituto Nacional de Masatepe, donde fue a la vez profesora de lengua y literatura. Mi profesora de literatura. Ya pasaba de los sesenta años cuando se matriculó en los cursos por encuentro de la UCA, donde sacó una maestría en administración escolar.
Y creamos en la fundación la escuela de música “Lisandro Ramírez Velásquez”, en homenaje a mi abuelo paterno que fue compositor y ejecutante de violín, maestro de capilla de la iglesia parroquial de Masatepe, y director de la Orquesta Ramírez, que formó junto con todos sus hijos, músicos también. Decena de niños de ambos sexos, de Masatepe y de los pueblos aledaños, pasaron por las aulas de esa escuela, donde aprendieron a tocar el piano, guitarra, violín, flauta, y participaban en conciertos para enseñar lo que habían aprendido.
Tuvimos con la Fundación Luisa Mercado un centro cultural como pocos, que cambió el perfil de Masatepe. Una biblioteca de 6 mil volúmenes, con parte de mis propios libros y los de la poeta Vidaluz Meneses, cuyos herederos nos donaron su biblioteca personal; miles de estudiantes, y de vecinos, tuvieron acceso gratuito a sus fondos, y uno de sus programas más atrayentes fue el rincón de libros infantiles.
Realizamos también exposiciones de arte sacro, de fotografías familiares del pueblo, y de pintura y escultura; conferencias, presentaciones de libros, amparamos círculos literarios de jóvenes creadores, y realizamos talleres de formación literaria. El día que me concedieron el premio Cervantes en 2017, después de recibir la noticia me trasladé a Masatepe donde tenía que dar en la fundación un taller de escritura a unos veinte jóvenes llegados de todo el país.
Cuento todo esto para que a través de un árbol podamos apreciar enseguida todo el bosque. El bosque de fundaciones, asociaciones civiles y cívicas, organizaciones no gubernamentales, que han sido talados por el hacha de la represión. La Fundación Luisa Mercado cayó derribada junto con 24 organizaciones más, mediante un decreto de la Asamblea Nacional este mes de abril, aprobado apenas fue presentado, igual que en los últimos meses se ha venido talando ese bosque hasta que ya no quede en pie ninguno de esos árboles. Ya suman 164, ilegalizadas a partir de noviembre de 2018.
Entre ellas se encuentran universidades privadas, cuyos bienes e instalaciones han sido confiscados; colegios de secundaria; gremios de médicos e ingenieros, asociaciones de desarrollo municipal y comunal, organizaciones no gubernamentales con representación legal en el país; organizaciones de interés ecológico y protección del medio ambiente; organismos de derechos humanos, de promoción del periodismo libre y la comunicación social; institutos de investigación económica, de promoción de la salud, de educación y cultura; entidades de formación democrática, y hasta asilos de ancianos. Es decir, todo el tejido vivo de la sociedad civil.
El pretexto es peregrino: no haber puesto al día ante el ministerio de Gobernación la documentación legal, incluidos los registros contables, cuando, y eso me consta, esos documentos fueron devueltos cada vez que eran presentados, bajo el alegato de que faltaba una firma, un dato, una fecha, un punto o una coma, porque la orden política, recibida desde la presidencia bicéfala, era no aceptarlos bajo ninguna circunstancia, a fin de allanar el camino para la anulación posterior.
O, más de fondo aún, no haberse inscrito como “agentes extranjeros, siendo sujetos obligados porque recibían donaciones del exterior”, pues esta es otra de las leyes represivas, destinadas a liquidar todo vestigio de libertad en Nicaragua.
Pero hay un andamiaje legal, creado exprofeso, para seguir talando el bosque. Se alega, además, el incumplimiento de la ley sobre Personas Jurídicas sin Fines de Lucro; de la Ley Orgánica del Poder Legislativo de la República de Nicaragua; y de la ley contra el Lavado de Activos, Financiamiento al Terrorismo y el Financiamiento a la Proliferación de Armas de Destrucción Masiva.
Pero, sobre todo, está la Ley sobre Organizaciones sin fines de lucro, aprobada por la Asamblea Nacional en marzo de este año, la cual, además de legalizar la confiscación de los bienes de las organizaciones despojadas de su personería jurídica, reduce el ámbito en que las asociaciones privadas pueden actuar. Nada de derechos humanos, ni desarrollo democrático, ni libertades públicas, ni promoción del periodismo libre, medio ambiente o pueblos indígenas, ni feminismo, ni diversidad sexual.
En adelante, organismos no gubernamentales solo podrán existir cuando sean de carácter religioso, benéfico o caritativo; o sociales, culturales, o de educación, dice esa ley. Lo cual no es sino otra falacia, pues a esto último es a lo que se dedicaba la Fundación Luisa Mercado. Y en cuanto a la promoción religiosa, no hay duda que quedarán excluidas todas aquellas que el régimen considere subversivas, ya que los sacerdotes han sido repetidos veces calificados en el discurso oficial como hijos del demonio.
Y en cuanto a las organizaciones caritativas, la Fundación para la Dignidad Humana Nicaragüense, que regentaba en Managua el asilo de ancianos “Sor María Romero”, al ser ilegalizada tuvo que cerrar las puertas del asilo, y en un comunicado dramático pedir a los familiares que llegaran a recoger a sus deudos; u Operación Sonrisa, que se dedicaba a operar niños con paladar hendido de manera gratuita, ilegalizada también.
Las intenciones políticas son muy claras con estas supresiones masivas: por un lado, impedir que la sociedad civil promueva la democracia, la libre información, los derechos humanos, el pensamiento crítico, la cultura transformadora, y que busque espacios de acción para grupos vulnerables, como son las comunidades indígenas, o el empoderamiento civil, como son los movimientos de mujeres. Es decir, congelar a la sociedad, y someterla a las reglas del silencio sepulcral.
Y, por el otro lado, asegurar el monopolio del estado en cuanto a cualquier tipo de acción social, municipal o comunal. No se trata sólo de sustituir a la sociedad civil en esos emprendimientos, sino no dejarlos hacer, aunque el estado no los sustituya. Otra manera de congelar las acciones libres de la sociedad, y sus iniciativas.
Pero si ampliamos aún más el panorama, y conectamos la embestida contra la sociedad civil al suprimir e ilegalizar sus organizaciones, con otras medidas del régimen, vamos a descubrir que se trata de un plan global, que ya está en marcha:
Sumemos la supresión de los partidos políticos, de los que ya no queda uno solo independiente, y la condena a prisión de líderes políticos y candidatos presidenciales.
Sumemos la embestida contra los medios libres de comunicación, como puede verse con la confiscación del canal de televisión 100% noticias, de los programas de televisión Esta Noche y Esta Semana, y del semanario Confidencial; de la desaparición de los canales independientes, puesto a al servicio del aparato oficial por compra; de la ocupación militar del diario La Prensa.
Sumemos la práctica desaparición de las entidades gremiales empresariales, con sus dirigentes presos, y sometidas ahora al silencio, y la pretensión de sustituirlas por otros gremios fieles a la dictadura.
Sumemos el exilio forzado de obispos y sacerdotes, las amenazas constantes contra otros obispos y sacerdotes que permanecen en Nicaragua, la agresión contra los templos, y la propaganda que coloca a la iglesia católica como enemiga del régimen.
Sumemos la anulación de la autonomía de las universidades, cooptadas unas, confiscadas otras, privadas del derecho de aprobar por ellas mismas sus planes de estudio y de emitir títulos académicos.
Sumemos la persecución contra escritores, periodistas, académicos, artistas, compositores, cantantes, obligados al exilio.
Y sumemos las declaraciones desde el poder, que arguyen las bondades del sistema del partido único, y entonces completaremos el panorama.
Nada es casual, ni caprichoso, ni gratuito. Todo responde a un solo diseño maestro.
Autor
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Sergio Ramírez es escritor nicaragüense. Premio Carlos Fuentes, Premio Alfaguara de Novela y Premio Miguel de Cervantes.
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